
Torre dell’Orologio:
el reloj que hizo visible el tiempo
23 de octubre de 2025
Al entrar en la Piazza San Marco en Venecia, la mirada inevitablemente se eleva. Entre el sonido de los pasos y el rumor del agua al fondo, una torre blanca de mármol corta el aire veneciano con precisión. En su centro, un disco azul de esmalte tachonado de oro parece girar sobre sí mismo. Es la Torre dell’Orologio, el reloj astronómico que desde finales del siglo XV marca el pulso de una ciudad donde el tiempo nunca ha sido lineal.
Cuando Venecia quiso medir el tiempo del cielo
A finales del Quattrocento, la República de Venecia era una potencia marítima que gobernaba el comercio del Mediterráneo, pero necesitaba algo que simbolizara, a la vez, su dominio técnico y su vínculo con el cosmos.
Así nació la Torre dell’Orologio —la “Torre del Reloj”—, levantada entre 1496 y 1499 y atribuida a la escuela del arquitecto Mauro Codussi. Fue concebida como una obra de ingeniería pública: un reloj visible desde el mar, que marcara las horas de la Serenissima y el ritmo de sus mareas.
Su ubicación no fue casual. El arco inferior abre el paso hacia la Mercerie, la vía comercial que une el poder político de la plaza con la actividad mercantil de la ciudad. Sobre él, un reloj astronómico mostraba que Venecia no solo dominaba los océanos, sino también la medida del tiempo.
En la terraza más alta, dos figuras de bronce bruñido golpean una campana monumental. Son los célebres Moros: uno anciano, que marca el tiempo que se ha ido y otro joven, el que está por venir. Sus mazos resuenan sobre la plaza desde hace más de quinientos años; en una ciudad construida sobre el agua, el eco metálico de cada hora sigue siendo su anclaje más sólido.
El mecanismo que da vida a la Torre dell’Orologio
El reloj, con un diámetro de unos 4,5 metros, fue diseñado por los hermanos Gian Paolo y Gian Carlo Ranieri. Su mecanismo original, oculto tras el muro de mármol, se compone de engranajes, tambores y contrapesos que transforman la energía de un sistema de pesas en movimiento continuo.
Cada hora, el mecanismo libera una secuencia perfecta: las esferas giran, la aguja solar avanza y los martillos de los Moros golpean la campana superior. El conjunto fue una proeza de ingeniería en el siglo XV y sigue siéndolo hoy.
La esfera principal está cubierta por esmalte azul oscuro y estrellas doradas. En su anillo exterior, los números romanos indican las 24 horas del día; en el siguiente, los signos del Zodiaco; y en el centro, una Luna que crece y mengua siguiendo su ciclo. Una aguja decorada con el Sol recorre lentamente el dial, mostrando su posición exacta en el firmamento.
En una Venecia de comerciantes y navegantes, entender el cielo significaba entender la fortuna y este reloj fue su instrumento más preciso.
El teatro del tiempo en la Piazza San Marco
Encima de la esfera, una hornacina alberga una Virgen con el Niño. Dos puertas de madera acompañan la imagen: se abren solo dos veces al año, en la Epifanía (6 de enero) y en la Ascensión (en mayo o junio, según el calendario litúrgico).
De una puerta emergen los tres Reyes Magos y un arcángel Gabriel, que desfilan lentamente ante la Virgen antes de desaparecer por el otro lado.
Este pequeño teatro mecánico, visible desde la plaza, era una de las grandes atracciones de la Venecia del Renacimiento. En esas fechas, la ciudad entera se reunía para presenciar cómo el tiempo se convertía en ceremonia.
Sobre la hornacina, el león alado de San Marcos, símbolo de la República, sostiene el Evangelio abierto. Su presencia unifica los planos del poder: la fe, la ciencia y el gobierno, todos ordenados por la medida del reloj.
La Torre dell’Orologio no solo mostraba la hora: mostraba la idea de que el tiempo podía ser visible, legible y precioso.
El latido del tiempo en el corazón de Venecia
El reloj fue restaurado entre 1998 y 2006 por talleres venecianos especializados, que recuperaron su sistema mecánico original y reforzaron la estructura interna. Hoy, su funcionamiento combina restauración artesanal con ajustes automáticos, sin alterar su autenticidad.
Cinco siglos después, la torre sigue siendo uno de los relojes astronómicos más complejos del mundo y el único que une arquitectura, astronomía y escenografía con tal armonía.
Para quien se detiene frente a él, el tiempo se vuelve visible. La sombra del león se proyecta sobre el mármol, las campanas resuenan y el azul del esmalte refleja el movimiento del cielo. En ese instante, Venecia recuerda lo que siempre ha sabido: que el tiempo no se limita a medirse, se contempla.


